Presentación a la Academia Caldense de Historia
Por José Germán Hoyos Salazar *
Dice un adagio: Un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia. El paso del tiempo hace que se vayan olvidando personajes que en su momento histórico por múltiples circunstancias produjeron impacto social.
Hoy quiero recordar al hombre que dejó huella perenne en la conciencia ciudadana, el Padre Adolfo Hoyos Ocampo, el verdadero líder, el hacedor, el acicate de una raza que quería llegar más allá y a la fe que lo logró. Puso en alto la expresión de civismo, abanderado de las mejores causas al servicio de la comunidad, gestor y constructor de la Catedral de Manizales, símbolo de progreso, voluntad de servicio y de solidaridad con las gentes pobres de la ciudad, pastor de la iglesia Católica, virtuoso sacerdote que consagró su vida a la cátedra religiosa y el promover el engrandecimiento de Manizales y Caldas.
Lo dijo Rouseau en la tumba de Luis Borbón. "El orador agrega en su alabanza a la gloria de los grandes, solo el verídico relato de los hechos". Para hablar del Padre Adolfo Hoyos Ocampo debemos usar el sencillo y cordial acento del marco citadino y moral en el que él vivió.
Su vida representa varios lustros de nuestra historia. La de Manizales, aldea convertida en gran ciudad; la de Caldas unida y transformada en la provincia más importante de Colombia; la de la Iglesia episcopal y la historia de nuestras gentes con sus alegrías y dolores, esperanzas y esfuerzos siempre vinculada al desarrollo de la comunidad.
Toda empresa que significara cultura material y espiritual, todo lo que coadyuvara al buen nombre y a la promoción de las gentes de la comarca, tuvo en él su natural pionero y su máximo realizador.
La clara figura sacerdotal de Adolfo Hoyos Ocampo constituye uno de los más altos blasones de la Iglesia Católica en Colombia. Formado en un hogar cristiano, su vida fue una ascendente parábola hacia el perfeccionamiento espiritual. Desde la más temprana adolescencia se destacó por su amor a las obras serias y útiles, donde encontró un único y verdadero deleite. Fue un sembrador de ideas magnánimas, un valiente soldado de Cristo y un ciudadano ejemplar.
Hizo del civismo, la amistad con todos, del humorismo vital y expansivo, de la presencia espiritual y sin reservas en todas las actividades de la vida circundante, una parte de su sacerdocio.
Y en medio de tantos hechos que destacan su misión augusta, el Padre Hoyos estuvo acompañado por un ejército de cristianas virtudes que fueron como la guardia de su templo. En él brillaron la humildad y la caridad, la templanza, los dones de piedad y la fortaleza.
El presbítero Hoyos Ocampo comprendió desde el primer momento que un pueblo en formación como el nuestro, necesitaba tanto de la vida contemplativa como de la vida activa y se empeñó en realizar obras que parecían superiores al medio y al momento.
A quienes tuvimos la fortuna de contarlo en nuestra familia, nos queda el recuerdo de quien siempre pensó y vivió para ser paladín del civismo de esta ciudad y quien la sintió más que si fuera propia, llegando a afirmar, en el discurso con que agradeció la Cruz de Boyacá que le otorgó el Gobierno Nacional y le impuso el Doctor Fernando Londoño Londoño, en calidad de Ministro de Gobierno, que “estando Manizales de por medio, nadie puede disputarme el campeonato en el amor a la ciudad materna”.
Ciudad de sus sueños, de donde nunca quiso ausentarse, pues los honores ofrecidos no los aceptó, no por orgullo, sino por la humildad que lo caracterizaba.
La Manizales devorada por los incendios de los años 20’s, golpearon el espíritu de sus ciudadanos, más no su garra y tesón. En el incendio del 20 de marzo de esa década, fue la catedral construida de madera leve y vegetal, alzada por los abuelos con los maderos que tomaron de esta comarca, la que ardió como una trágica antorcha y fue incensario que perfumó la inmensidad de los montes. Fue el primogénito de una estirpe que no quiso dormirse, ni desvanecerse en las horas de adversidad. Levantó primero la voz para que las cenizas fueran fecundadas, para que las ruinas se iluminaran de nuevo, pero con una luz providencial, para que el llanto se trocara en propósito de triunfar.
Remontémonos a los años 80's del siglo XIX, cuando Don Joaquín María Hoyos, mira al sur de su Sonsón el alboroto petrificado de geología convulsa que recama de la más profusa vegetación del trópico. Y desde la orilla del río Cauca, ancho, coléricamente encajonado, divisa a trechos en tajos casi verticales, a trechos en declives y en escalonadas montañas, que se ampollan y se empinan, en porfía de alturas, cielo arriba, hasta esos picos de la cordillera su futuro. Decide venir a buscar nuevos horizontes en la recién fundada Manizales, de la que ya se oía nombrar en Antioquia, como ciudad próspera, de empuje, ideal para conseguir una parcela que le propiciara un mejor devenir a su familia y pudiera ejercer su trabajo de comerciante.
Se instala en el centro de la ciudad. La casa tiene forma de escuadra, un corredor interior con barandas y piso de madera. Sillones y mecedoras invitan a la tertulia hogareña en el mismo corredor, frente al invasor huertecillo en que medran naranjos, nísperos, a cuya sombra hay también jazmines, rosas, claveles y matas aromáticas.
En la casona había una presencia venerada; Eudoxia Ocampo, esposa de Joaquín María, bíblica y antioqueña, madre de sus ocho hijos, Alfonso el mayor, Nepomuceno, Juan Cancio, Carmen, Adolfo, José, Eulogia (Lola) y Mariana.
Mujer ágil, serenamente enérgica para el mando de sus hijos, inflexible para el deber, hacendosa sin tacañerías y cumplida con su Dios. El llavero colgado a la cintura, va y viene, gobierna la colmena familiar, da órdenes y pone orden, tiene a raya a su muchachada y no hay memoria que uno solo de sus hijos se le desmidiera en el menor desacato. Don Joaquín respaldaba todas sus decisiones.
Cómo sería su imperio en aquel hogar, que nunca se le escapaba jamás el rezo del santo rosario, que se coreaba por todos en el corredor antes del reposo nocturno. Eudoxia, a la que llamaban "mima", que delgado hilaba en la vida espiritual.
Don Joaquín, su figura de hidalgo. Ahorra las palabras, repasa los papeles sobre el escritorio, lee en voz susurrante, uno de sus libros más gastados "El Quijote", quizá por sintonía de alma con el Hidalgo de la Mancha, mientras sus hijos, enmudecen respetuosos. La mirada de sus ojos verdes equivale a una voluntad, un mandato, a un reproche.
Sobre la casa se incendiaba el sol el 4 de diciembre de 1882, día que vio la luz por primera vez Adolfo.
Tranquilo en su inocencia discurría el vivir de Adolfito, como cariñosamente le decía su familia, todo él envuelto en silencio y arropado por el sol de su tierra.
Adolfito había llegado a los siete años. El candor de su alma inviolada afloraba al rostro infantil y destellaba en los ojos, lagos serenos de inocencia, Conocía a Jesús y a la Virgen y entendía a su modo los altos misterios de la religión, entonces recibió por primera vez el beso y el abrazo intimo de Jesús Hostia.
Para este rito lo preparó su tía materna y madrina de bautismo, Avelinita de Jesús, quien era directora de la escuela de "La Enea" que funcionaba en las instalaciones de la histórica capilla, acogió al niño en su hogar rural por largas temporadas y lo guió en los primeros años de escolaridad.
Desde niño, se distinguió por su buen carácter y en cuanto al cumplimiento de sus deberes nadie lo superaba. Era juicioso y trabajador. Puntual y cumplido en sus estudios, piadoso, obediente y respetuoso, no rehuía el hombro a los quehaceres domésticos. Parecía un niño en la figura, pero era un hombre en su obrar.
Vida infantil de trisca y jugueteo a la sombra de los árboles gigantescos, hasta que algún día, cayeron sobre su alma, unas palabras deliciosamente turbadoras y sintió germinar el llamamiento de Dios. Fue traza y bendición divina que el niño Adolfo, además de la educación arraigadamente cristiana que de su madre recibiera en el hogar, fuera también conducido y alumbrado en sus primeros pasos por educadores religiosos.
La niñez se fugó también sobre esta aldea tan querida. Y la primera imagen que al evocarla se le pinta en la niebla confusa y ya borrosa es la de sus indefinibles tardes tropicales. Aquel cielo alto, azul, hondo, penetrado todo en una difusa lumbre de oro. Aquel sol decadente y templado que ya no hiere la vista y alcanza a ruborizar unos vellones de nubes que vagan sobre las cumbres esfumadas, más allá del Cauca, son su mejor recuerdo antes de ingresar al Seminario Conciliar recién fundado y con la ayuda de sus hermanos, José y Juan, quienes empezaron a trabajar para poder financiar los estudios del futuro presbítero.
Se destacó siempre por su inteligencia y dinamismo, que lo llevó en 1915 y cuando apenas había recibido las órdenes menores, encargado de la secretaría de la Diócesis, por el Obispo José Nacianceno Hoyos Yarza, quien a su vez lo ordenó sacerdote el 2 de julio de 1916 y ocho días después nombrado en propiedad en el alto cargo diocesano, el cual desempeñó por espacio de 16 años.
A la muerte del Obispo Hoyos Yarza, lo reemplaza el Obispo Tiberio de Jesús Salazar y Herrera quien funda la Revista Oficial “Ecos de la Cruz”, siendo el presbítero Hoyos su primer director en carácter de secretario del obispado.
Dos días después del incendio de la Catedral, ocurrido el 20 de marzo de 1926, el Obispo Salazar y Herrera celebra la Santa Misa sobre las ruinas del atrio y nombra la primera junta para la reconstrucción, integrada por Monseñor Luis Carlos Muñóz, el Padre Adolfo Hoyos Ocampo, Aquilino Villegas, Emilio Arias Mejía, Rafael Jenaro Mejía y Manuel Felipe Calle y entregó la coordinación general para la realización de la gran obra, al joven presbítero.
El 28 de febrero de 1931 recibe el nombramiento del Obispo Tiberio de Jesús Salazar y Herrera, como Cura Párroco y Vicario foráneo de la Catedral según decreto 315, cargo que ocupó hasta el día de su muerte. Desde esa fecha de posesión mantuvo siempre la iniciativa de su financiación y ejecución. Alma y nervio de la monumental empresa supo siempre mantener atizada la llama del amor por la Catedral. Fue así como se propuso, levantar un monumento a la fe y con base en donaciones, semanas cívicas y el entusiasmo que puso en la obra, logró erigir, la ya famosa Catedral, que se tornaría en el símbolo de la ciudad.
La Catedral de Manizales se levantó ante el escepticismo que no creía verla terminada. Por sus dimensiones y porque se tenía que importar en renglones como hierro y hasta cemento, no se pensó en que el Padre Adolfo Hoyos Ocampo llegara a entregar el templo concluido. Si grande fue el esfuerzo económico es más notable aún la obra de coordinación de arquitectos y obreros. Se propuso defender los planos del profesor Polty, evitando que fueran desvirtuados por aparentes razones económicas o artísticas. Nadie logró detenerle, ni siquiera lo sobrehumano del empeño.
Arriesgándose a no pocas críticas que se le hicieron, jamás dejó el proyecto y convocó a la ciudadanía entera para ayudarle y para hacer realidad el monumento. Con tenacidad se propuso organizar la semana de la Catedral contagiando con su fe a los espíritus más escépticos hasta completar la suma necesaria para darle remate a la fachada, que es como el rostro de la ciudad y su mayor ornamento.
Cada año se cumplía la festividad y a ella se vinculaba nuestra sociedad en distintas comisiones. Se organizaban restaurantes, se presentaban actos deportivos, se efectuaban desfiles, en fin, se ideaban espectáculos que dejaran alguna ganancia.
Pero en forma especial vale citar la manera generosa como llegaba la gente de las veredas con sus donaciones de distinta índole, para que se remataran semovientes en pro de Basílica. Se recibieron joyas y donativos especiales de gentes que en sus testamentos algo ofrecieron.
Cuando ocurrió el terremoto del año 1962 que echó abajo del todo una torre, doblo la cruz de la torre central, conmovió tres agujas más y ocasionó la caída de algunas estatuas de santos, el Padre Adolfo Hoyos Ocampo lloró. Pero no se desesperó.
Siempre confiado de la Santísima Trinidad, ante la cual rindió culto y sobre la que demostró veneración ejemplar, logró la cooperación suficiente para asegurar las torres amenazadas y obtener los donativos con los cuales culminó la ejecución de los refuerzos alrededor de la Basílica.
Con acción y cooperación de la Arquidiócesis, obtuvo la mayor parte de los vitrales de que goza la Basílica. El vitral principal lo hizo dedicar a la Santísima Trinidad, en reconocimiento y homenaje al templo principal de la ciudad.
Las puertas de la Basílica muy pocos las conocen. A ellas el Padre Hoyos Ocampo también dedicó especial cuidado, hasta verlas colocadas y resumiendo en sus relieves alusiones referentes de la historia de Manizales.
Siempre recordó las Semanas de la Catedral, Siempre rezó por sus animadores. Siempre creyó en ese fervor y la colaboración del pueblo católico que nos rodea, la dedicación y la generosidad para tan considerable monumento. Sustentó estas obras con la fe del apóstol y la bondad de un padre.
Esta tarea, suficiente para colmar una vida, no fue sino una de sus ocupaciones habituales.
Quizás muchos desconozcamos lo que fue la obra social del Padre Adolfo Hoyos Ocampo, a la que dedicó muchas horas de su vida en una gestión apostólica seguramente no comentada con los elogios que bien se merece. Adalid incansable de la Acción Católica. En gran parte se dedico a las obras de beneficencia.
Fue cofundador y Vicepresidente de la Cruz Roja, en la ciudad.
Promovió el Patronato de los Niños Pobres y le consiguió desde Agosto 17 de 1936, su Personería Jurídica, firmada por el entonces presidente de la República, Alfonso López. Se atendía a más de mil niños de ambos sexos, dándole instrucciones religiosas y enseñándoles, a los que no pueden asistir a escuelas o colegios, las materias más necesarias.
A los enfermos se les proporcionó médico y drogas; se les preparó y se le ayudó a conseguir trabajo cuando ya estaban preparados.
También estableció una “Proveeduría” para familias vergonzantes y además tuvo establecida una especie de sociedad o asociación de mendigos para atenderlos con instrucción sobre higiene, religión y demás cosas que a ellos interese.
Organizó los lustrabotas en gremio con Josefina Mejía Duque. En su propio despacho los reunía semanalmente y los asesoraba en la solución de problemas. Por lustrabotas que fueran siempre los trató con respeto, para que a su vez ellos se hicieran respetar del público con quien alternaban. Una caja de auxilios mutuo se organizó, para beneficio de ellos. Y cuando no correspondieron, fueron inconstantes en su labor gremial, los toleró y los organizó en los altozanos de la Basílica para que cumplieran su oficio.
Llegó el Padre Hoyos Ocampo a organizar a los mendigos de Manizales, dedicándoles como sede el Patronato. Allí les celebraba los Primeros Viernes y les realizaba su fiesta cada 6 de Enero; tenía funcionando un costurero que a esos mendigos les daba periódicamente prendas para vestir. Y para que no hubiese confusiones, para evitar a los avivatos los dotó de un carné de identidad con el cual se reconocía en caso de accidentes o alguna situación especial.
También animó la sociedad de Santa Zita, de la cual fue su asesor y promotor principal. Ha congregado a esta sociedad a las empleadas domésticas, quienes tuvieron su casa propia. Con Carmelita Vinasco cumplió el padre Hoyos su tarea en la Sociedad.
Todos los primeros martes de cada mes se reunían en el despacho y el 27 de cada abril les celebrara la fiesta anual, que casi siempre consistía en un paseo a Buga.
De ejemplar se ha llamado la labor del Padre Hoyos Ocampo en las veredas de Manizales. No solo en las veredas sino otros sectores rurales que no siendo parroquias ni corregimientos, tienen un nombre característico y recuerdan al Padre con cariño y con respeto.
Con los trabajadores constituyó el Padre Hoyos lo que llamaron "Centros Católicos de Obreros y Campesinos", con finalidades religiosas y sociales. Primero se constituyó el "Centro del Tablazo". Después de este surgió el de "San Peregrino", más tarde el de "La Aurora" y así se fueron difundiendo hasta abarcar "La Trinidad", "La Cabaña", "El Salado" y "El Salvador".
Varias de aquellas veredas fueron parroquias, tuvieron su capilla y progresaron. Porque no solamente se laboró por levantar una iglesia, sino por tener escuela, centro de higiene, inspección de policía y los servicios más elementales.
El Padre Hoyos visitaba todas aquellas parroquias regularmente. En algunas celebraba Misas, en otras cooperaba en fiestas personales, en unas predicaba ejercicios y atendía a sus vecinos. Pero regularmente servía su cometido apostólico con cariño y con dedicación donde siempre despertó simpatía.
Asistió el padre Adolfo Hoyos Ocampo el 26 de septiembre de 1938, ante los gobiernos municipal y departamental, para pedirles que se interesaran en la construcción de edificios modernos para cárcel, manicomios y otros que ofrecían condiciones precarias de higiene y de estética. De la misma manera estuvo suscribiendo mensaje para el gobierno nacional en lo que le era tocante con edificios en la capital de Caldas.
Una intervención afortunada tuvo el Padre Adolfo Hoyos Ocampo con don Jenaro Mejía, coordinador de la Gobernación de Caldas, para pedirle la cesión de los terrenos necesarios con destino al parque de La Francia. Don Jenaro no desatendió al padre, cedió los terrenos pedidos y ahí se ejecutó el proyecto de parque para el hermoso sector residencial de La Francia.
Con los doctores Julio Zuloaga y Fernando Londoño Londoño, el Padre Hoyos Ocampo tiene ocasión de animar las gestiones para que se cree la Facultad de Medicina de la Universidad de Caldas. La obra se logró y a la misma vinculó el distinguido sacerdote su nombre entre las personas gestoras.
Figura constancia en un Acta de la Sociedad de Mejora Públicas de fecha 24 de marzo de 1952, acerca de la gestión para interesar al Gobierno en la creación del cuerpo de Carabineros de Manizales.
La iniciativa del Padre Hoyos Ocampo y de la Sociedad de Mejoras Públicas resultó acogida y así fue como se creó el Cuerpo de Carabineros que hoy se forma en la escuela “Alejandro Gutiérrez”.
Al ocurrir la explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali, el Padre Hoyos Ocampo, fue el principal iniciador de una colecta en Manizales, para prestar servicios de auxilios a los damnificados por aquella tragedia.
Con el doctor Gustavo Robledo Isaza, el Padre Adolfo Hoyos Ocampo admiró y comentó las inmensas posibilidades de comunicarse con el sector de Utría, sobre la costa chocoana; siempre dijeron que con la Panamericana o como pretexto para extender la Panamericana, si así se quería la figura, ir a Utría debería ser un anhelo permanente del manizaleño, porque se daría playa a la vuelta de la esquina.
El mensaje, recibido por el Padre Hoyos Ocampo el 16 de Marzo de 1962, bien puede ser señalado como histórico, pues no sólo fija cuotas formales para la Carretera Panamericana, sino que autoriza dar los anuncios del caso acerca de la realización de un anhelo en que no sólo la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales, sino el propio Padre Hoyos, han servido con fe el ideal de la obra.
Su amor a la Santísima Virgen, hizo de mayo, un mes de gracias, al hacer desfilar por nuestras calles a la niñez llevando en sus manos inocentes a la imagen de la madre de Dios.
Y cómo no ponderar el mes de Junio, con la procesión del Sagrado Corazón, grandiosa por el caudal humano, cuando peregrinos de todos los contornos del departamento acudían a la capital contrita y devota para rendirse a los pies del Redentor. Dio a las procesiones un sello de esplendor y de nobleza que la hizo famosa por todo el territorio nacional.
Cada vez creció más la Procesión del Corazón de Jesús. Cada vez fue más admirable. Cada vez vinieron más prelados y arribaron más delegaciones de departamentos y municipios vecinos. Fue –por excelencia- la más fervorosa y franca manifestación católica de nuestro pueblo.
Cuando alguna persona de Manizales desea ponderar una manifestación multitudinaria, dice: “Había más gente que en la Procesión del Corazón de Jesús”. Y no miente. Porque el Padre Hoyos Ocampo alcanzó a reunir en la Plaza de Bolívar y en calles principales de Manizales, una Procesión tan inmensa que no ha sido posible igualarla en política ni en desfiles de reinas.
Regularmente el Padre Hoyos Ocampo fue predicador principal para los hombres en los ejercicios anuales de Semana Santa. Pocas veces los dejó y cuando esto ocurrió fue por circunstancias insalvables.
Preparaba con dedicación esos ejercicios y a fe que logró congregar número respetable de hombres no sólo de la parroquia que le correspondía, sino de toda la ciudad, durante los días lunes, martes y miércoles santos, en que ocupaba la cátedra sagrada.
Siempre se recordarán sus pláticas, sus invocaciones, la forma clara como predicó la palabra del Señor y se hizo entender y tomar respetuoso afecto.
De esta inmensa cultura del Padre Hoyos Ocampo, es fácil deducir el por qué de su vigor como orador sagrado, la riqueza de su léxico en comunicaciones ordinarias, en mensajes, en resoluciones y en su trato. Hubo ceremonias y sermones que lo hicieron famoso en el púlpito de la Catedral, entre otros el que pronunciaba a la Virgen de los Dolores el Sábado Santo y del cual llegó a tener audiencia hasta de feligreses de otras ciudades.
Devoción especial del Padre Hoyos fue la de celebrar la Misa de Doce, particularmente los días domingos. Salvo inconvenientes superiores, él siempre estaba entonando la Misa y predicando el Evangelio de la fecha.
Con esta devoción de Misa de Doce, el Padre Hoyos estableció una diaria, los Cinco Minutos de oración, para dar la bendición de los concurrentes al templo. Esta última, particularmente, fue en forma especial elogiada por el Monseñor Samoré, Nuncio Apostólico, dada su finalidad espiritual y la forma como los fieles de Manizales habían acogido la iniciativa del Padre Hoyos para elevar con comodidad una oración al Señor
Devociones y dedicaciones ejemplares tenía el padre Adolfo Hoyos Ocampo. Practicó amores como al de su Señora Madre doña Eudoxia, el que tenía a la Basílica y el que siempre confesó con franqueza por su ciudad.
El mismo día que moría su Santidad Pío XII, su señora madre entraba al cielo. Ante su tumba, el Padre Adolfo rindió permanente veneración. La visitó a diario y jamás dejo que tuviera las flores marchitas. Los Réquiem por quien fuera su digna progenitora los rezo el Padre todos los días, así como celebró con frecuencia el Santo Sacramento de la Misa por el eterno descanso de su alma.
Dio con ello ejemplo de fidelidad cristiana, de respeto a la memoria de una madre, de acatamiento a una matrona a la que la ciudad también quiso y admiró por sus condiciones católicas y la forma como reunió a sus hijos y estimuló en ellos la práctica de las más nobles virtudes.
Monseñor Adolfo Hoyos Ocampo tuvo su perrito casero, con el que salía siempre a Cerritos, a los termales, a Buga o a los parques. Dondequiera que iba, allí estaba con su fiel can. “Bambi” que no medía más de una cuarta. Lo conoció en un avión y lo traía una señora, cuando apenas era cachorrito, acariciándolo en su regazo, simpatizó el Padre con el animalito por lo pequeño y por lo finas sus líneas. Ofreció compra por el perrito y a última hora lo pidió. Y nada fue posible con la señora que lo traía. No se entregó e insistió, como él acostumbraba hacerlo en sus empresas, hasta conseguirlo y traerlo para su casa. Y siempre lo tuvo como fiel guardián en su estudio y compañero de salidas.
Poco fue lo que salió el Padre de Manizales, una vez anduvo por Estados Unidos en comisión de la Diócesis. Pero siempre acarició la idea y dijo que si algún anhelo le pedían confesar, sería el ir al Vaticano, al igual que tantos clérigos lo han hecho. No le fue posible, no obstante su deseo, porque siempre quiso estar al pie de su Señora Madre doña Eudoxia, así como de sus deberes en la Basílica.
No una sino varias posiciones distinguidas, rangos, ascensos, le fueron ofrecidos. El primero por Monseñor Tiberio Salazar y Herrera, quien lo llamó un día cualquiera, conversó con él, trató de convencerlo para que aceptara una candidatura episcopal.
Le fue ofrecido el nombramiento como Obispo de Barranquilla, que le hiciera el santo padre Pio XII, siendo nuncio papal Monseñor Antonio Samoré
Luego Monseñor Arturo Duque Villegas, Arzobispo de la Arquidiócesis de Manizales, les ofreció la Vicaría General, resultando infructuosa la gestión.
Y el mismo monseñor Duque Villegas le ofreció el de Provisor de la Arquidiócesis de Manizales.
No aceptó; renunció a los ofrecimientos que se le habían hecho, en forma sencilla, modesta, declinando honores. Solo quería que le llamaran, "El Cura de la Catedral" y eso para él su mayor satisfacción
De todos fue conocida la devoción del Padre Hoyos por la Santísima Trinidad. A ella invocó en todo momento, a ella agradeció en sus grandes obras, a ella apeló en sus grandes necesidades. A la Santísima Trinidad, por los beneficios recibidos en una Semana de la Catedral, dijo más o menos: “Agradezcamos, queridos hermanos, la forma como hemos celebrado con entusiasmo y los más nobles resultados, estas festividades. Y ofrezcamos, entonces, a la Santísima Trinidad con Monseñor Juan Manuel González, un credo en acción de gracias"
La congregación de Hijas María de la Presentación y la organización de Caballeros de la Eucaristía, fueron dos entidades católicas bajo la iniciativa y coordinación del Padre Hoyos. La primera, como la segunda, tuvieron una mira espiritual y se reunieron periódicamente. Entre las fundadoras del Patronato mencionamos a doña Catalina Hoyos Palacio, doña Josefina Giraldo Sanín, doña Anita Gómez Estrada, entre otras. Don Juan Gómez Urrea, don Liborio Ocampo, don Roberto Ochoa, entre otros, fueron miembros pertenecientes a la organización de los señores.
Una y otra entidad tenía su sesión para la Misa, para la cooperación con las festividades en la Catedral y celebraciones a las cuales los citaba el Padre Adolfo. Los caballeros asistían con un brazalete amarillo y blanco, para distinguirse en la iglesia o en las procesiones a las cuales se les invitaban.
Larga es la lista de nombramientos que a lo largo de su vida tuvo el Padre Hoyos Ocampo. Cronológicamente mencionemos algunos de ellos:
El 14 de marzo de 1935 en nombrado Consultor Diocesano y Examinador Prosinodal y el 3 de junio del mismo año se le nombra Juez Prosinodal.
El 6 de Junio de 1939, recibe designación de Consultor Diocesano.
El 26 de Marzo de 1940 es designado miembro del Consejo de Vigilancia de la Diócesis. Y ese mismo año recibe nombramiento de miembro del Comité Diocesano de auxilios para los niños de España y países devastados por la guerra civil.
En 1941 ingresa a la junta disciplinar del Seminario.
En 1943 es llamado a hacer parte de la Junta del Centenario de Manizales. Ese mismo año es nombrado Presidente honorario de la Junta Pro Defensa de Occidente, así como incorporado a la Junta Pro Avenida del Centenario.
El 9 de Noviembre de 1946 es nombrado Párroco Consultor y Miembro del Comité Diocesano Pro Año Santo.
En 1953 es nombrado Presidente honorario de la Federación de Sociedad de Mejoras Públicas de Caldas, reunida en Pereira.
En ese mismo año es invitado a escribir la Historia de la Basílica, se le designa Presidente Honorario de la gestión pro colonización de la Bahía de Utría, así como se le designa vicepresidente del congreso nacional de Sociedades de Mejoras Públicas, efectuado en Bogotá.
En 1954 Ingresa a una junta integrada pro-hotel de Turismo para la capital de Caldas.
En la ciudad de Cúcuta en el año 1060 es elegido en el Comité Nacional de la Federación Colombiana de Sociedades de Mejoras Públicas.
En 1969 se le da la distinción de Canónigo Honorario del Honorable Capítulo Catedralicio con título de Monseñor.
Fue profesor de Filosofía y Teología Moral en el Seminario de Manizales; profesor de Filosofía en la Normal de Varones de Caldas, durante siete años, y profesor en la misma materia en el Instituto Universitario. Fue nombrado Rector de dicho Instituto, pero no acepto.
Además de liderar la construcción de la Catedral, también tuvo éxito en otras importantes campañas, escogiendo siempre como entidad de apoyo la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales, entidad a la cual ingresó el 23 de septiembre de 1926, siendo al morir el socio más antiguo de la Corporación.
Diez fueron los periodos durante los cuales el Padre Hoyos presidió la Sociedad de Mejoras Públicas.
De la Actas de la entidad, extractamos así
Por primera vez, en 1954. Ya llevaba 28 años de pertenecer a la entidad, Y sucesivamente se le reeligió en los periodos de los años 55 y 56. En 1959 volvió a la Presidencia y fue reelegido para el periodo de 1960.
Otros socios alternaron con él el ingreso a la Presidencia, donde estuvo en 1956, en 1966 y en 1969. En el momento de ocurrir el fallecimiento, Adolfo Hoyos Ocampo estaba ejerciendo su décimo periodo como Presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas
La siguiente es una enumeración cronológica de hechos, obras e iniciativas en las cuales el Padre Adolfo Hoyos Ocampo tuvo su aporte;
Fue promotor para que la empresa Bavaria se estableciera en Manizales, lo cual se hizo realidad en 1926.
Gestionó la dotación de juegos al Parque Infantil, en 1927; Consigue por intermedio de Monseñor González Arbeláez la dotación del colegio de Nuestra Señora para la ciudad.
Solicita en 1936 atención para la construcción del Hotel Termales de El Ruiz
En 1937 interviene en pro de la carretera a San Francisco (Chinchina); realiza campaña por la carretera a Termales; Participa en forma decidida en pro al aeropuerto a Santágueda, para lo cual promueve una semana pro campo de aterrizaje; realiza la campaña pro-Cuerpo de Bomberos.
En 1938 hace la petición a los Ferrocarriles Nacional, para establecer estación en Arauca; promotor de la Ley por la cual se crea el campo de aterrizaje “Santágueda”.
En 1944 hace petición a Senado por la creación en Manizales de Facultad de Ingeniería.
En 1945 solicita a la Compañía Colombiana de Seguros para que construya edificio en Manizales
En 1946 solicita la construcción del Palacio de Bellas Artes.
En 1948 apoya la iniciativa de Comité de Cafeteros para establecer la Fábrica de Cementos en Neira y promueve la campaña pro del acueducto de la ciudad.
En 1950 lanza la campaña pro Carretera Manizales-Cauya; gestiona la fundación de la banda departamental; solicita que la nueva cárcel sea obra del centenario, participa en la junta pro centenario de la ciudad.
En 1951 da impulso a la campaña de la Carretera por Caldas al Mar.
En 1952 solicita que la vieja plaza de mercado se convierta en la Plaza de hoy; promueve la construcción de un sitio de recreación popular y una piscina en Villamaría.
En 1953 promueve la construcción de aeropuerto La Nubia e inicia campaña de incremento a la pequeña industria de la ciudad y solicita a los bancos que construyan sus propios edificios; Interviene ante los FF.CC. Nacionales para que trasladen la estación de Manizales a Villamaría.
En 1954 se vincula a gestiones pro oleoducto y fábrica de cemento, como obra importantes para Cincuentenario de Caldas; Gestiona el establecimiento de Centro Colombo Americano.
En 1955 lanza campaña pro construcción de un hotel de Turismo y la campaña para que no fuese vendida Tejidos Unica a Antioquia.
En 1956 muestra interés en la variante Irra, Riosucio, Supía y en general, la troncal de Occidente; Asisten a Panamá al congreso pro carretera Panamericana – Ruta Sur; emprende intensa campaña pro erradicación de tugurios.
En 1957 promueve campaña intensa pro carretera al Líbano; visita a Santa Cecilia, para conocer trabajos vía Panamericana.
En 1958 promueve campaña y defensas de la integración departamental.
En 1963 da apoyo a la casa de la joven desamparada De ahí en adelante, hasta 1969, tiene vinculación a las campañas de integración interdepartamental, a la vía Manizales–Murillo–Líbano, a las obras de desarrollo turístico para la ciudad, defensa de su industria, de protección a la Universidad, de mejoramiento de servicios de las empresas públicas, de protección a damnificados por deslizamientos, de insistencia en la gestión pro vía Panamericana Ruta Sur, de superación en servicio de Telecom, de apropiaciones para desarrollo de Central Hidroeléctricas de Caldas,
Con Pedro Otálvaro líder del Barrio "El Carmen", el Padre Hoyos dejó cumplida una obra en aquel sector de la ciudad. Con base en el amor al prójimo desarrolló su programa donde sirvió en forma especial a aquel sector, tanto en la construcción de su iglesia como en la solución a los problemas primordiales de obras públicas, higiene, vigilancia. Nunca preguntó quién era el necesitado, ni qué hora era para ir y servirles con cariño y afecto.
Llevó a la Sociedad de Mejoras Pública su espíritu cívico y no hubo obra de progreso a la cual no estuviera vinculado en alguna forma su acción providencial.
Fue un gran servidor de Manizales, un ciudadano que nos dio ejemplo a todos. Por su amor a la ciudad, en su emoción y la forma a darla conocer a los demás, el Padre Hoyos quiso la Feria Anual. Lógicamente no quiso la feria de orgía, pero en sus predicaciones antecedentes a cada certamen, invitó al ciudadano a disfrutarla honestamente, a afirmar los conceptos de hospitalidad, de limpieza y de sana alegría que goza la capital de Caldas. Le gustaron los desfiles y los presenció satisfecho, así como fue amigo de las exposiciones, que recorrió en más de una oportunidad.
Aconsejó sanamente a los realizadores de la Feria y evocó de la Santísima Trinidad protección para que su pueblo se divirtiera sin escándalos e hiciera del certamen el primero que hoy se clasifica en su género en el país.
Entre otras, las siguientes fueron las menciones o distinciones que se dieron a Monseñor Adolfo Hoyos Ocampo, tanto por sus servicios cívicos como sacerdotales:
Cruz de Boyacá, que le otorgó el Gobierno Nacional, al celebrar sus Bodas Oro Sacerdotales.
Orden Nacional de Civismo, otorgada en octubre de 1953.
Orden del Centenario, que le fuera conferida por la Junta Organizadora del Centenario de Manizales, dada su cooperación a la conmemoración digna de la citada festividad.
Orden Francisco José de Caldas, otorgada por el gobierno departamental.
Medalla del Civismo otorgada por La Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales en octubre de 1936, cuando precisamente estaba conmemorando 20 años de su ordenación sacerdotal.
Medalla Nacional de Civismo otorgada en Medellín en 1955
Las entidades u organizaciones a las cuales estuvo animado durante mucho tiempo, también dejaron en manos del Padre Hoyos placas memorables a su reconocimiento. Así registramos estas:
De la Junta "Barrio El Carmen" sector de la ciudad al cual presto invaluables servicios.
De la congregación de Hijas de María de la Presentación
De los Centros Católicos de las veredas de Manizales cuando celebraba sus Bodas de Plata Sacerdotales.
La Sociedad de Mejora Públicas ha rendido homenaje al ilustrísimo y reverendísimo Señor Canónigo Adolfo Hoyos Ocampo, quien fuera presidente de la institución durante diez periodos y al morir, el miembro más antiguo con que contaba, donde hace notar a propios y extraños la fidelidad y el respeto al distinguido sacerdote y su influencia en la vida de la corporación cívica, con las siguientes realizaciones:
Llamar “Orden Adolfo Hoyos Ocampo” la Medalla del Civismo que se otorga tradicionalmente.
Ha denominado el salón de reuniones de la Sociedad “Sala Adolfo Hoyos Ocampo” y coloca un óleo del Padre Adolfo Hoyos Ocampo, en el salón principal.
Construyó un parque en el sector del "Arenillo" con el nombre de “Adolfo Hoyos Ocampo”.
Bautiza un establecimiento educacional con el nombre “Adolfo Hoyos Ocampo” en el sector de Morrogacho.
Sugiere la colocación de un busto del Padre Hoyos en la Basílica, en uno de sus altozanos.
La tierra de sus padres fue uno de sus grandes amores y las raíces de su alma estuvieron profundamente unidas en este suelo. Nadie mereció como él tantos reconocimientos.
Pero el padre Hoyos no era inmortal como la Catedral que levantó con sus propias manos, para la gloria de aquél que ungió sus dedos sagrados, su frente lúcida y sus labios hechos para el reclamo evangélico.
Luego de una larga enfermedad un aciago 30 de mayo de 1970, acompañado con la asistencia espiritual de Monseñor Arturo Duque Villegas y tomado de la mano de su hermana Marianita quien fuese su fiel secretaria privada por más de 40 años, de José su querido hermano y rodeado por sus sobrinos y sus familiares más cercanos; siendo las siete y cinco de la tarde, el padre Hoyos regresaba a la casa del Padre Eterno.
Su amigo Fernando Londoño Londoño en la oración fúnebre dijo, " lo que había en él destacado y supremo era una característica que no lo abandonó jamás. La innata dignidad en la conducta, la dignidad del gesto, el señorío caballeresco con que manejó hombres y cosas, avanzó en medio de los problemas con una dignidad, con un decoro, con una aristocracia de la persona y la conducta que no ha tenido entre nosotros rival y que posiblemente no tiene par tampoco. Su vida fue una parábola humana de nuestra raza"
Adolfo Hoyos Ocampo en sus momentos de agonía bien pudo recordar su obra con el poeta, Jaramillo Meza, cuando en hermosa apología al monumento más destacado erigido a Cristo en la ciudad dijo: "Esta catedral la hemos fundido en hierro y en cariño; la hemos alzado en cemento y en espíritu; la hemos fraguado en moldes de constancia y de generosidad; la hemos hecho de corazones y de orgullo. Es como si a los hornos donde se fundió el acero le hubiéramos tirado puñado de rosas, como si hubiésemos mezclado alas de libélula a las trituradoras donde la piedra se volvía bloques de eternidad; la hemos ceñido de palomas para que no nos intimide la grandeza; la hemos puesto un zócalo de azaleas para suavizar la arrogancia de su arranque pétreo; la hemos hecho fuerte, fina, maciza, amplia y esbelta; con algo de voluta de incienso y de navío anclado en ensenada de colinas; tiene de vergel místico porque en el plinto de sus torres los ángeles se alzan con la gracia pura de los lirios, de las parábolas y tiene de panorama marino porque su torre central es como un faro que tuviera por eterna luz el crucifijo".
Adolfo Hoyos Ocampo, pudo recordar cómo se curvo el hierro sobre esquema de nardos, como se moldeo el cemento en formaletas de canción, como se ha pulido la piedra con esmeriles de música.
Padre Hoyos, desde la eternidad puede observar que todos hemos seguido trabajando para ella; todos hemos sido generosos para seguirla levantando; los ricos y los proletarios, los humildes y los obreros, la dama elegante y la campesina humilde, el artista y el hombre anónimo; todos hemos llevado a esa casa de nuestra fe y nuestro orgullo, como al hogar propio, lo mejor de nuestro afecto, la ilusión del mañana, el dulce recuerdo del pasado y la constructiva acción del presente.
Este pueblo agradecido adjudica la medalla del civismo eterno con el entusiasta y universal aplauso que mira en la persona del Adolfo Hoyos Ocampo a una de las más ricas voluntades cívicas de la ciudad, manizaleño integral, servidor de nuestra ciudad, tiene conquistado en la vanguardia de los hijos predilectos de Manizales un puesto definitivo, que cada día adquiere más dilatados contornos en el reconocimiento ciudadano.
Si toda una vida de apostolado evangélico son lo bastante para realzar sus grandes méritos como ministro de Cristo, no son menos ni pueden echarse fácilmente al olvido sus magníficas ejecutorias cívicas y sus desvelados afectos para servir con eficacia y decisión los intereses vitales de esta capital y de la sociedad en general.
A su empeño denodado y a su fe inquebrantable, justo es reconocerlo, se debe la realización de la valiosa joya que orna la Plaza de Bolívar. Este solo hecho basta para que su nombre se perpetúe con toda justicia en el pensamiento de las presentes y venideras generaciones.
Con estas palabras queda enmarcado un trabajo, una acción y una obra imperecedera y ello, como herencia vital de una de las más claras inteligencias y valiosa unidad del clero colombiano que nacido en esta comarca dio lustre a su ciudad.
BIBLIOGRAFIA
Archivo
Diario “La Patria” Julio 2 de 1941
Diario “La Patria” Julio 3 de 1941
Diario “La Patria” Julio 13 de 1941
Diario “La Patria” Julio 12 de 1952
Diario “La Patria” Diciembre 17 de 1955
Diario “La Patria” Julio 2 de1966
Diario “La Patria” Julio13 de1966
Diario “La Patria” Mayo 31 de1970
Diario “La Patria” Junio 1 de 1970
Diario “La Patria” Junio 2 de 1970
Diario “La Patria” Junio 3 de 1970
Diario “La Patria” Junio 5 de 1970
Diccionario Biográfico de Colombia de Joaquín Ospina, pag 380
Revista “Civismo” Noviembre 1938 N° 023
Revista “Civismo” Diciembre 1938 N° 024
Revista “Civismo” Febrero 1942 N° 053
Revista “Civismo” Julio 1942 N° 055
Revista “Civismo” Septiembre 1956 N° 104
Revista “Civismo” Julio 1970 N° 127
Revista “Civismo” Septiembre 1987 N° 309
Revista “Civismo” Mayo 1992 N° 352
Manizales, 24 de julio de 2008.
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· JOSE GERMAN HOYOS SALAZAR, es Ing. Químico de la Universidad Nacional de Colombia y Tecnólogo en Química Industrial de la Universidad Tecnológica de Pereira, Miembro de la Academia de Historia de Caldas, Secretario y Miembro de Número del Centro de Historia de Manizales, Coordinador del Departamento de Mecánica y Producción de la Universidad Autónoma de Manizales UAM, y Profesor de la Universidad Nacional de Colombia donde ha tenido a su cargo entre otros cursos la Coordinación del Contexto de Astronomía, la Cátedra Umbra y el Contexto de CT&S, y es Miembro del Observatorio Astronómico de Manizales OAM.